El arte de no llegar a todo (II). 7 ideas prácticas

Poner primero las piedras grandes, saber tener flexibilidad y no agobiarse, desprenderse de la autoimagen de superman, el buen humor, huir de la tengoqueitis, aprender a decir que no y aprender a “perder el tiempo”, proponerse metas realistas y tener un buen equipo en esta aventura son las ideas-marco para practicar el arte de no llegar a todo. En este post os cuento 7 ideas prácticas para optimizar los días —y la vida— y a la vez disfrutarla sin agobios:

Aprovechar las pequeñas unidades de tiempo

Esos diez minutos entre una cosa y otra pueden servirte para contestar unos mails o unos whatsapps, organizar menús, avanzar un capítulo en ese libro abandonado, preparar la lista de la compra, ayudar a tu hijo con la tarea, hacer una llamada a un amigo o familiar, pensar el esquema para tu próximo post…

Mantener la cabeza en lo que estás haciendo…

e intentar no despistarte con lo que tienes que hacer después. Si estás trabajando, no estás chateando con una amiga; si estás con tu familia, no contestas mails de trabajo; si estás tomando café con Rigoberta, no estás respondiendo un mensaje a Segismunda… etcétera. (Todo con sentido común y flexibilidad, que suena a novela de Jane Austen ;-)).

A veces compensa agrupar dos actividades que sí puedes hacer a la vez

Una excepción del anterior punto. Queda con una amiga para que te acompañe a ese recado que llevas retrasando semanas; ponte cursos de inglés mientras haces deporte o alguna tarea de la casa; busca podcasts interesantes para ir escuchando en el coche y así estar al tanto de los temas que te motivan…

¿Cuánto tiempo pasas al día con el móvil?

¿Lo sabes? El primer paso es conocerlo, más allá de una vaga intuición de «bueno, lo uso, pero tampoco tanto». Ponerle cifras concretas es muy sano. Atrévete a medirlo. Hay apps como Quality Time (la descubrí por 7 pares de katiuskas, aunque no he podido usarla porque es solo para Android) o Moment (la que uso yo, es muy limitadilla, pero me sirve) que te ayudan a ello. [Actualización: Ahora la mayoría de los smartphones tienen ya integrado un sistema de medición de «tiempo de uso», donde puedes ver tus hábitos de consumo de teléfono dividido por aplicaciones y también poner límites a ese uso]. Yo me lancé a medirlo en febrero, cuando los buenos propósitos de nochevieja empezaban a desdibujarse, el agobio atenazaba, se-me-juntaba-todo-no-llegaba-a-nada, y también porque me di cuenta de que no estaba leyendo, supuestamente porque no tenía tiempo. (Muy interesante este infográfico que te muestra cuánto podrías leer al mes con el tiempo que inviertes en el smartphone). La independencia tecnológica da para otro post, pero tomarse el whatsapp con calma (no pasa nada si no contestas al instante o si no contestas en tres días, si es muy urgente, llamarán, o, como tiene mi amigo Dani en el estado: «Si no contesto, escríbeme una carta») o desactivar las notificaciones de las redes sociales son pequeños gestos que pueden proporcionar paz —y tiempo— a nuestras vidas. Yo he vuelto a leer.

Saber pedir ayuda para lo que no sabes o lo que creías que sabías

A veces perdemos el tiempo queriendo resolver algo por nosotros mismos cuando lo más fácil es ir al experto. No tienes que saber hacerlo todo. Y en caso de que no haya un sabio cerca, Google puede ayudarte.

Una buena agenda

Si eres más analógico, una de papel (esta de Blessings tiene una pinta estupenda), pero si no (o si tienes una letra feísima o eres de los que necesita mover tareas y eventos con facilidad de un día a otro —o sea, mi caso—) Google Calendar o similar es tu aliado. Al principio yo funcionaba con listas, pero verlas ahí, tan largas, tan interminables, ocupando lo mismo si era una leve tarea de cinco minutos como si era un proyecto vital… no me ayudaba. Fui también la amante de los post-its —quienes han trabajado conmigo, lo saben—. Pero ahora es el Calendar el que me ayuda en mi proceso de orden. Cada tarea, cada cosa por hacer, con el tiempo concreto que le vamos a dedicar.

Dos puntos importantes:

  1. Salvo en algunos casos, generalmente no vas a poder hacer dos cosas a la vez, así que nada de eventos solapándose en el calendario;
  2. No existe el tiempo cero: ten en cuenta los desplazamientos, el levantarte de la silla, los imprevistos, el hecho de que una actividad se puede alargar… así que generalmente tus tareas en el calendario no deberían estar una pegada a la otra. (Ahora es cuando estaría bien enseñaros un pantallazo de mi calendario para que veáis que no, aún no he conseguido aplicarme esos dos puntos en mi vida).

Saber tener pequeños momentos para ti

Pequeños placeres cotidianos. Aunque sea en esos diez minutos entre una cosa y otra. Disfrutar de un buen libro o de un café rico —el que solo sacas en las visitas— en la terraza. Cada cual lo que mejor le siente. (Esta idea se la leí a Andrea Amoretti, aunque ahora no encuentro el post donde hablaba de ello).

Recuerda que la vida puede ser un baile. Importan las metas, pero no hay que morir por el camino. Hay que saber disfrutar con los pasos que damos y con nuestros compañeros en la pista.

¿Qué otros trucos tenéis vosotros para este arte de no llegar a todo?


Este artículo de El País da muy buenas ideas. Puede que os sintáis identificados con las situaciones que describe y que algunas de sus propuestas para salir de la espiral de productividad os resulten útiles.


Foto de cabecera por Nik MacMillan en Unsplash

Lo que aprendemos por el camino, muchas veces lo aprendemos con los demás... ¿Qué te ha parecido este texto?