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Mujer y madre: la conquista de la libertad

«¿No vas a darle el pecho a demanda?», «¿Por qué no le das solo biberón mejor?», «¿Te vas a incorporar tan pronto a trabajar?», «¿No irás a cogerte una excedencia, verdad?», «¿No comes con tus hijos?», «No deberías jugar tanto con ellos», «¿Aún te quedan kilos del embarazo?», «Deberías comer más sano». Etcétera. Etcétera.

Cuando te conviertes en madre, además de los retos personales a los que te enfrentas y las dificultades estructurales, aparece otro tipo de carrera de obstáculos que —por la paz propia— hay que aprender a saltar: todos esos comentarios que directa o indirectamente te llegan de personas cercanas —o no—, de las redes sociales, de la tele, de artículos, de la “sabiduría popular”…

Como somos un poco de extremos, además, las opciones que nos plantean suelen colorearse de blanco o de negro. No hay matices. Y la sensación de estar dividida, de que hay dos bandos que tiran cada uno hacia un lado y van a acabar desmembrándote, aumenta.

La primera vez que alguien me recriminó que me fuera a incorporar al trabajo después del permiso de maternidad casi lloro. (¡Cómo mejoraría el mundo si dejáramos de meternos en los asuntos personales e íntimos de las personas!). Ay, esos comentarios. Da igual que vengan de alguien que no tiene ni idea de lo que habla (como fue aquel caso) o que procedan de una experiencia de décadas. «Las opiniones se pesan, no se cuentan», decía Séneca. Y, hay algunas, que pesan tan poco que ni vale la pena ni siquiera ponerlas en la balanza. Con muchas de esas aportaciones lo mejor es realizar un salto limpio, que ni te rocen, que ni te hieran.

El salto olímpico también hay que practicarlo ante la imagen de la maternidad que se da en ocasiones en las redes sociales, en los medios, que se proyecta como en un imaginario común. A veces —yo creo que sobre todo nos pasa a las primerizas— empezamos a seguir a mamás influencers en nuestro deseo de aprender, de incorporar truquillos, de saber, para desempeñar mejor nuestro nuevo papel… Pero si esas cuentas en vez de ayudarnos nos deprimen, si solo nos llevan a comparaciones estériles, si nos aportan cero o poco, tal vez sea el momento de pasar de ellas. Y llenarnos de lo que nos enriquezca, nos ilusione, nos anime.

Por otra parte, no nos engañemos: a veces tenemos “el enemigo” dentro de nosotras mismas. Nos influyen los comentarios, lo que leemos, lo que vemos, los ejemplos que nos rodean… y es normal, pero la clave está en desarrollar una libertad interior grande y fuerte y no dejar que todos los inputs nos dicten qué queremos hacer y cómo queremos vivir. Esa decisión está en nuestras manos.

Debemos desprendernos de la presión que nos auto-imponemos muchas veces. Solo nosotras podemos hacerlo. En la medida en que ganemos esa libertad creo que tendremos más fuerza para superar otros obstáculos externos.

No tienes que ser la mujer 10. No tienes que nada, de hecho. Es muy sano asumir dos realidades: «No puedes gustar a todos, no eres un bote de Nutella» (como dice un sabio meme) y «No puedes llegar a todo». Creo que a veces lo que está de fondo es el miedo a decepcionar. Y es que, ¿a quién le gusta? Pero toca ejercitarse en eso. Lo importante es que no te decepciones a ti misma, que no decepciones a tu proyecto personal. Para eso primero tienes que saber qué es lo que quieres, cuál es ese proyecto. Y hacer que sea (#makeithappen 😉 ). Si has decidido que parte de esa misión vital es el amor —y la familia— que construyes con tu compañero de aventura, es lógico que cuentes con él para la concreción de un plan.

Y todo esto sin agobios. Cada elección y cada paso que das supone una renuncia, sí, y esa es parte de la grandeza de la libertad, poder apostar nuestra vida a decisiones concretas. Por otro lado: la vida es dinámica, puede que haya elecciones “para siempre” (pocas, creo yo), pero la mayoría de nuestras disyuntivas dependerán del momento, de la etapa, personal y familiar, en la que nos encontremos: «¿Qué quiero hacer en estos momentos de mi vida, con esta edad, estas habilidades, estas ganas, esta familia, estas expectativas…?». La respuesta puede ir variando con el tiempo, por eso es bueno preguntárselo de vez en cuando. Para que luego no vengan las frustraciones y la sensación de «no estoy donde debería estar».

Tenemos muchos frentes abiertos y quedan muchas batallas por dar. Pero conquistar esta libertad interior está a nuestro alcance, en cada momento. Apostemos por ello.


No os perdáis el artículo de Ana Victoria Bethencourt «Los 6 mitos de la maternidad millennial». Os los menciono aquí, pero vale la pena leerlo y tomar nota:

Mito 1: Tienes que ser Wonder woman
Mito 2: Las redes sociales de la gente reflejan su vida real
Mito 3: La maternidad moderna es de talla única
Mito 4: Las mujeres solo pueden realizarse trabajando fuera de casa
Mito 5: No puedo ser amiga de mujeres con las que discrepo
Mito 6: Puedo hacerlo sola


Foto de Sammie Vasquez en Unsplash

 

6 comentarios en “Mujer y madre: la conquista de la libertad

  1. Blanca dijo:

    Hola,

    Soy una Mamá primeriza y este artículo me parece una joya!
    Elegante, delicado y sensato. Cargado de positivismo. Con la idea de ser una mujer, madre y esposa feliz que disfruta de la vida con sus luces y sus sombras.

    Muchas gracias.
    Blanca

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    • Luzmaral dijo:

      Buenas tardes, Blanca. ¡Mil gracias por tu comentario! Me alegro mucho de que te haya gustado. Creo que son aspectos bastante universales en la experiencia como madres… 🙂
      Como bien dices, me parece clave lo de ser capaces de disfrutar, con lo bueno y con lo menos bueno. La libertad está también ahí.
      Enhorabuena por esta aventura tan bonita de la maternidad, por cierto.

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