No estaba preparada para casarme

Yo no estaba preparada para casarme.

Me di cuenta cuando hace unos meses una amiga me comentó: «Yo no estaría preparada para la vida que llevas». Me paré y pensé: «Y yo, ¿lo estaba?». Pero, ¿qué significa estar preparado? ¿Tener completa la vajilla y la mitad del piso pagado? ¿Haber alcanzado un grado de madurez monumental? ¿Tener marcados todos los checks de una larga lista de condiciones?

En mi caso contaba con veintiséis años, una carrera terminada hacía un curso, dieciséis meses de noviazgo, un cursillo prematrimonial intensivo… y en las espaldas: crisis de crecimiento, temporadas de corazones rotos, conferencias de expertos del tema, conversaciones con amigas hasta la madrugada sobre el amor, disertaciones filosóficas, un «máster continuado en gestión de corazón» —del que aún no tenía el diploma—.

¿Estaba preparada para dar la vida a otra persona para siempre? ¿Pero es que puede alguien estar preparado para un salto sin paracaídas? ¿Cómo puede alguien prometerte que estará ahí «todos los días de mi vida»? ¿Es que acaso tiene poderes para ver el futuro y comprobar si nunca se echará atrás?

Definitivamente no: no estaba preparada. No sé vosotros, los ya casados, qué sensación tenéis. Me parece que en el fondo nunca estamos listos del todo para las cosas más importantes de nuestra vida.

Y, entonces, ¿qué se hace? ¿Te quedas parado por miedo a meter la pata? ¿Dejas de vivir por miedo a dejar de vivir si vives? Creo que a amar se aprende amando, y he tenido veintiséis años para entrenarme en eso, veintiséis años rodeada de grandes personas que han ayudado en el proceso, veintiséis años de “máster de gestión de corazón” —como dice mi amigo JR—.

Sí, es verdad. Casarse es otro rollo, es un tipo de amor que no es la amistad ni el cariño de la familia. Es una locura, pero de esas locuras que merecen la pena, y para la que creo que “solo” hacen falta un par de ingredientes:

  • Desear amar y ser amado. Ganas de ser feliz y de entregarse.
  • Tener al lado a la persona adecuada —no quiere decir a la persona perfecta-cero-defectos, porque no existe; tampoco se trata de encontrar la “media naranja”—.
  • Ser consciente de lo que supone la locura del matrimonio (ya lo decía Machado: «En amor, locura es lo sensato») y saber que tu libertad es tan poderosa como para comprometerse para siempre en algo —o con alguien— que valga realmente la pena —y la alegría—.
  • Para los que creáis en Dios, es un factor básico. (Ya os contaré en otro momento)

Además, prepararse para la vida de casados es algo de antes de la boda y de después. Es de siempre. Y eso da mucha paz. No tienes que saberlo todo. No tienes que ser la madurez personificada. No tienes que saber responder a la primera a todas las situaciones que se planteen. No tienes que ser perfecto. Vas aprendiendo, vais aprendiendo. Los dos juntos.

Pero, eso sí: cuanto más sabes y más conoces, más disfrutas. En la vida y en el amor. Aprender a conocer tus sentimientos y sus sentimientos. Aprender a interpretarlos y a expresarlos. Aprender a hablar y a quererse de mil maneras. Aprender de las crisis.

No dejes de amar por miedo a dejar de amar si amas, porque si realmente amas, nunca dejarás de amar.

8 comentarios en “No estaba preparada para casarme

  1. Alejandra dijo:

    Llevo 26,casi 27 años casada. La primera vez que vi a mi hoy marido me dije, lo he encontrado…Lo tenía claro.
    Amar es complicado si no se quiere a quien se ama, cuestan muchas cosas,muchísimas!, pero ahí está cada día el sí quiero,sí me entrego, sí acepto que pronunciamos un día por primera vez, para seguir haciéndolo en los días buenos y en los menos buenos. No sólo amas, hay que querer seguir amando, desear ser feliz haciendo lo posible para hacer al otro primero y a los otros que van llegando fruto de ese amor después felices. Como bien dices,amar es una locura a no ser que se ame con locura.

    Le gusta a 1 persona

Lo que aprendemos por el camino, muchas veces lo aprendemos con los demás... ¿Qué te ha parecido este texto?